La leche es parte de los alimentos básicos, especialmente para la alimentación de los niños, y su producción es estratégica en todo el mundo. A pesar de la importancia que tiene todavía su sector agropecuario en términos de población y territorio, México es uno de los principales países importadores de leche. Mientras la demanda crece cada vez más, el sector lechero mexicano se mantiene en una situación paradójica: por un lado, la falta de leche conduce a importar cada vez más productos lácteos, esencialmente bajo la forma de leche en polvo y, por otro, los productores nacionales enfrentan una crisis debida al bajo precio que ha mantenido la leche desde inicios de la década de los noventa (Cervantes, 2003). El sector quesero está en la misma situación, que en particular castiga a los pequeños queseros (Ortega et al., 2002). Mientras el sector lechero está aún muy protegido en numerosos países, en México parece estar muy debilitado por los efectos de la política neoliberal.