Uno de los temas más polémica viene generando durante los últimos años en cuanto a política pública agrícola es, sin duda, el relacionado con la ingeniería genética, es decir, con los organismos genéticamente modificados (OGM o transgénicos) y u uso en la agricultura y la alimentación. Tratándose de una tecnología muy poderosa y relativamente reciente y novedosa se plantean numerosas interrogantes científicas, políticas y éticas sobre dónde establecer sus límites, considerando que aún se dispone de una compresión muy limitada de sus efectos.